sábado, 15 de septiembre de 2012

Las canciones del asilo II



El tango: el lloriqueo más encantador que se pueda oír, si todos nos quejásemos con tanta gracia, ay. Esta canción cuenta la historia de un hombre que alguna vez estuvo en la cima y decidió partir a otras tierras, sin mucha suerte. Cómo no apreciar profundamente cuando dice "con sus derrotas mordiéndole el alma", es imposible no asociarla a mí, pero vamos, que aún tengo tiempo todavía para que las cosas cambien, pero son historias que suceden todo el tiempo. Ahí tengo a mi abuelo el alcohólico que recién a los 70 años empezó a reconocer que la estuvo cagando toda la vida, entre cobardías y necesidades de afecto que intentaba conquistar con lo que tenía en los bolsillo, con un desentendimiento de su rol como padre y marido, creyendo que todo se trataba de proveer financieramente a la familia; así termino viejo, cansado y solo, porque no entendió a tiempo que queriendo comprar el afecto de los parientes, los amigos, los compañeros de trabajo o de juerga con ayudas económicas, regalos y compromisos materiales nadie lo iba a querer nunca, sólo lo iban a usar. Mi abuelo materno, gran corazón y brutalidad, un hombre infiel, picaflor, cobarde y cariñoso, y ahora viejito lamentándose, me da muchísima pena, como me la da la canción, no estaban preparados para esa posibilidad, y la posibilidad está siempre, es parte de la incertidumbre de la vida, pero al menos canciones como esta me hacen pensar que hay que ser muy consciente de que cómo una está viviendo, la consecuencia de los actos y de todo lo que no hacemos, no vaya a ser que después nos vayamos a arrepentir de haber hecho esto o no habernos atrevido a hacer lo otro, que nos vamos poniendo viejos, porque como dice la canción "ya, no sos el mismo, Ventarrón, de aquellos tiempos"....

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