sábado, 29 de septiembre de 2012

Cheer-accident.

Hay bandas que te gustan, hay bandas musas inspiradoras, hay bandas que de desechables: absolutamente nada. Pero esta es una de esas bandas de las que me hubiese gustado haber sido parte, guitarra, batería... qué más da. Me resultan sumamente libres y simples en sus influencias, aunque irregulares en sus resultado. A pesar de llevar muchos años son bastante bajo perfil, eso me encanta.

Comenzaron en 1981, son de la ciudad de Chicago, con 21 discos (1986-2011) siguen experimentando hasta hoy. 

Los barbones, yo también me dejo la barba.






viernes, 28 de septiembre de 2012

La intensidad del presente.

8 de junio del 2012


¿Vas a poner tu vida al servicio de tu pasado?
¿Por qué el ahora no es tan intenso?
¿Por qué te distraes con tus fracasos y te castigas con nostalgias masoquistas?
¿Por qué no respiras?, el aire de ahora mismo es igual de bueno.
Puedes seguir creando recuerdos hoy mismo, pero sólo úsalos para crear. 
No te detengas a disfrutar de tu anotación,
No te enfurezcas con tu mano izquierda más de 3 segundos.
Sonríe cada vez que te des con la punta de una silla.
Llora, no te reprimas. Más tarde mirarás cómo las hojas de los árboles,
se sacuden detrás de la ventana, y entenderás que es parte de la naturaleza circular, 
que es la tormenta y luego la calma, volverás a sentirte bien, volverás a sentirte mal. 
Sólo no te esclavices, el pasado tiene que estar a tu servicio. 
Es difícil, nadie te lo enseñó, pero cómo se disfrutan de las cosas cuando cuestan. 
Hay voces tan hermosas como las que conociste, sólo no te ensordezcas. 
El niño que está dentro de ti durmiendo la siesta, lo puedes despertar cuando quieras. 
¿Vas a poner tu vida a los pies de tu pasado? 
¿Por qué el ahora no es tan real?
Mutilaste tus sentidos, te acostumbraste, pero necesitas sentirte vivo, y en vez de observar
toda la belleza que hay a tu alrededor, prefieres ir a esos lugares que ya son mitad fantasía.
¿Vas a poner tu vida de nuevo en esas primeras 100 millas?
No las vas a tocar, ni oler, no sigas durmiendo sin descansar.
Ahora mismo también puede ser etéreo, ahora mismo también puede ser feliz.
Ahora mismo también puede ser todo nuevo.
Hay todo para hacer, hay todo para arreglar.
La ingenuidad es un motor que podemos emular, pero con más técnica,
con más precisión.
Ahora podemos apuntar al blanco, ¿realmente era todo mejor cuando no lo sabíamos?
No te detengas creyendo que mirando atrás te volverás de sal, porque no sucederá.
Hoy tienes una nueva oportunidad, es la misma que tuviste entonces, 
pero ahora sabes más, ahora te conoces mejor. 
Tus limitaciones no son tus tumbas, son tus encantos si los sabes trabajar. 
Trabaja duro, reinventa tu habitación. 
Siempre alguien te va a despreciar, ¿por eso tienes que ir a esconderte 20 años atrás? 
¿Vas a poner tu vida al servicio de tu pasado? 
Te puedes sorprender otra vez, puedes aprender algo nuevo de él si lo observas. 
Concéntrate en lo que sucede ahora mismo, deja de leer el periódico, huele tu pelo,
escucha lo que pasa en la calle, reproduce una canción, no dejes escapar esa idea. 
Está pasando todo ahora mismo, y tú quieres perdértelo. 
Me emociona demasiado pensar en la idea de saberte enfocado. 
Hay todo para aprender. 
Aprender a no desmoronarse cuando estás desconectado de tus amigos. 
Aprender a vivir esta soledad en armonía con todos. 
Aprender a querer dar un beso que nadie necesita ni te está pidiendo.
Nadie te lo enseñó, nadie me lo enseñó.
Nadie.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

Sobre los escritores.


Del Diario inédito de Christopher Domínguez, (páginas 420, El fin de la locura, Jorge Volpi)

Lunes, 10 de julio de 1989

A nadie debería extrañarle que los escritores posean un ego desmesurado; cualquiera que haya revisado someramente la historia de la literatura se dará cuenta de que el exceso de vanidad es el denominador común de los grandes artistas. No habría que culparlos demasiado: los infelices cargan por lo general con tantos defectos y manías que habría que dejarlos en paz en su plácida y cotidiana admiración de los espejos. Me aburre, entonces, la eterna queja sobre la arrogancia de este novelista, el orgullo de ese dramaturgo o la falsa modestia de aquel poeta. ¿Y a nosotros, qué? No veo la necesidad de rasgarse las vestiduras porque un autor —por despreciable que resulte su talento— exhiba en público el infinito amor que siente por sí mismo.


Las confesiones de Aníbal Quevedo a poco tiempo de morir.


Del cuaderno de notas de Aníbal Quevedo (páginas 437-438, El fin de la locura de Jorge Volpi)


¿Por qué de pronto todos me vuelven la cara? ¿Qué pueden saber ellos? Cualquier lector de Tal Cual puede comprobar que hemos mantenido nuestra independencia crítica sin cortapisas. Yo no he permitido un solo acto de censura. ¿No es ése nuestro mayor logro? Entonces, ¿por qué insisten en lincharme? Los mismos que antes me llamaban a diario para saber si yo podía publicar sus engendros —como ese Mario Montano— son los que ahora me lapidan. De pronto se revelan como almas puras, indignadas por mis turbias maniobras, cuando todo el mundo sabe que ellos han medrado con el poder desde hace décadas, que ellos se han aprovechado de sus conexiones políticas para obtener todo tipo de favores, que ellos cobran sueldos y compensaciones en varias secretarías de Estado y oficinas de gobierno a cambio de las notas que publican en los diarios. Lo que no logro entender es por qué la gente da crédito a sus calumnias. ¿Por qué los toman en serio y en cambio me impiden defenderme? La razón es muy simple: porque, en un país como el nuestro, un chivo expiatorio siempre resulta conveniente, distrae la atención y libera las energías negativas. Si al menos hubiese un árbitro que dijese: el que esté libre de culpa que tire la primera piedra...
* * *
Lo confieso: tengo miedo. Una cosa es criticar al demonio a la distancia, lanzándole dardos envenenados desde la cómoda atalaya de la crítica, y otra muy distinta penetrar en el interior mismo del Hades —de su conciencia— y retarlo a la cara. Lo hice, y ahora debo pagar las consecuencias. Si suspendí las sesiones de análisis fue porque no me revelaban nada que yo no conociese o sospechase de antemano —el gran misterio del poder radica, justamente, en su falta de misterio—, pero al hacerlo me he condenado a padecer su furia. Es mi culpa. No puedo decir que ignorase el peligro que me aguardaba —Claire me previno una y otra vez—: yo me obstiné en aceptar el reto y me dejé conducir hacia sus fauces. Es demasiado tarde para lamentarlo: la sutil maquinaria del poder se ha puesto en marcha. Una vez más se ha cumplido el maleficio. Ahora debo decidir qué hacer: pactar con él y traicionarme o resistir su ira hasta el final.



Michel Foucault, cínico (página 439-441, El fin de la locura de Jorge Volpi)

¿Es ésta la verdad? ¿Y éste soy yo? El círculo se cierra, forzado por una retórica de la pasión que me rebasa, y al fin regreso al punto de partida. ¿Habré traspasado tantas pruebas y tantos peligros sólo para volver a este lugar? Hace más de veinte años me interné por primera vez en los angostos pasillos de la Salpêtrière, convencido de que en sus sótanos habría de encontrar esa verdad que tanto anhelaba. ¿Cuál? La mía, por supuesto: la verdad de los anormales y los maniacos, la verdad de los locos y los delincuentes, la verdad de los rebeldes... Sepultado en sus archivos subterráneos, renové la condena de los infelices miembros de mi raza. Arrinconado por esas historias que también constituían mi historia, por esa infinita variedad de padecimientos, delirios, alucinaciones, procesos y muertes, me arriesgué a componer una imagen de mí mismo sin necesidad de recurrir a los tormentos de la confesión.
Ahora, tres décadas después, regreso para rendir cuentas ante el tribunal erigido por mí mismo en este sitio. ¡Resulta tan ridículo morir en primera persona! ¿Fallecer no significa extraviar ese pronombre que nos sobrepasa, abstenerse de juzgar y de opinar, olvidar los secretos que ni siquiera conocemos? Lo he repetido tantas veces que mi pánico se ha convertido en un lugar común: desconfío de los psicoanalistas y de los sacerdotes, de los preceptores y los maestros, de los médicos y de los políticos... Ellos no hacen otra cosa que gobernarte para que reveles por la fuerza lo que eres; asumiendo la vieja consigna que liga indefectiblemente el saber con el poder, pretenden conocerte para que luego sea más sencillo dominarte. ¡Cuidado! Los individuos ejemplares no son quienes se desnudan delante de los otros —exhibicionistas lamentables—, sino quienes se inventan a sí mismos. Por eso yo prefiero mantenerme al lado de esa infame turba compuesta por los locos, los criminales, los perversos. ¿No se trata de una enumeración bastante clara? ¿Por qué los escojo a ellos? ¿Por qué me siento tan bien al lado de los marginados y los tránsfugas? La psicología no basta para explicar mis motivos; de nada serviría desenterrar los pecados de mi infancia, la ira de mis padres, la soledad de quien se asume diferente. Si lo pregunto no es para obtener una respuesta, sino para adivinar por qué he vuelto a este sitio y por qué me duele tanto el recorrido.
Conócete a ti mismo. La vieja consigna del oráculo de Delfos ha servido de pretexto para animar un sinfín de búsquedas y de autobiografías: aléjate del mundo y de sus distracciones, olvida la ley y el universo de los otros y concéntrate en lo único que importa, en lo único que vale: tu verdad. Pensemos en Sócrates. ¿Qué hace el anciano filósofo al ser confrontado con este mandato? Pervierte a la juventud con sus consejos, dialoga con los otros, invoca la razón y la justicia... En vez de cumplir con el oráculo, trastoca sus consejos y, sin darse cuenta, funda la profesión de confesor. Sólo más adelante, cuando al fin decide enfrentarse con la muerte, es capaz de comprender, in extremis, que al traspasar esta última prueba —al aceptar su sacrificio—, cumplirá la sentencia dictada por los dioses. Sólo cuando bebe la cicuta, Sócrates se conoce a sí mismo. Algo similar le sucede a San Antonio en el desierto. El eremita abandona a sus semejantes y se interna en esa penosa ascesis porque piensa que allí, encima de esa arena ardiente que calcina sus talones y debajo de ese cielo impávido que apenas lo consuela, sofocado por el hambre y el calor, podrá encontrarse a sí mismo. Abandonado a su suerte, nadie escucha sus clamores ni perdona sus lamentos. Por eso se le aparece el demonio. Para escapar del infierno, necesita soportar su tortura para aproximarse a la verdad. Como el resto de los hombres, San Antonio sólo sabrá quién es luego de haber pecado.
Los cínicos, esos sabios desatendidos, lo entendieron todavía mejor. Según ellos, sólo quien se precipita en las tinieblas tiene derecho a atisbar la luz. Diógenes es la representación misma del rebelde, del hombre que nunca se somete y nunca se deja gobernar. Desnudo y rabioso, no duda en burlarse de Alejandro Magno, se masturba en la plaza pública, encomia el canibalismo y el incesto, y se entrega sin pudor al dominio de las furias... Diógenes es el loco: el hombre que renuncia al mundo y sólo se preocupa de sí mismo. Es el único filósofo que cumple cabalmente con el oráculo de Delfos. Como él, yo también he querido oponerme a los poderosos, desafiar las normas, someter mi cuerpo a los estragos del dolor, gozar en medio de las tinieblas, trascender los límites, rozar la lucidez al hundirme en la desmesura de la sinrazón. Después de mucho ensayar y practicar, reconozco que éste ha sido mi camino; no es bueno ni malo, pero es el mío, del que ya no me arrepiento y que ya no oculto. ¿Será ésta mi verdad? ¿Y éste seré yo? El círculo se cierra. ¿Habré traspasado tantas pruebas y tantos peligros sólo para volver a este lugar? Hace más de veinte años me interné por primera vez en los angostos pasillos de la Salpêtrière, convencido de que en sus sótanos habría de encontrar esa verdad que tanto anhelaba. ¿Cuál? La mía, por supuesto: la verdad de los anormales y los maniacos, la verdad de los locos y los delincuentes, la verdad de los rebeldes...
Aníbal Quevedo, «El último día, IV»,
Tal Cual, octubre de 1989

viernes, 21 de septiembre de 2012

El plan Zeta, según Wikipedia.

Zeta. Haz clic.

Mi abuela pinochetista y mi padre pro-dictaduras creían en el plan Zeta, aunque nunca me lo contaron con ese nombre.

En otro blog (Chiwulltun), extraído del libro de Raúl Sohr "The Clinic", se lee:

"La mayoría de los chilenos dudó desde un comienzo de la existencia del Plan Z. Pero algunos lo creyeron y eso bastó. El temor a ser víctimas de crímenes alevosos perpetrados por la izquierda envenenó el alma de militares y civiles. Algunos, como el mayor Carlos Herrera Jiménez llegarían a asesinar a decenas de personas. En una entrevista realizada en el año 2003 a Herrera Jiménez, explica que "de verdad creyó que iba a haber una masacre en la parada militar".
  • ¿Tenía alguna evidencia de ello?
  • Herrera: "Yo no tuve antecedentes, fue lo que dijo nuestro general que en esa época era el general Carlos Forestier. En 1973, yo era un subteniente de 22 años. El general Forestier en esa época hizo varias reuniones tanto con los oficiales como con todo el personal en las cuales nos arengaba. Yo creo que era una manera de justificar lo que se hizo".
  • ¿Usted creyó en el Plan Z?
  • Herrera: "Sí, creí rotundamente. Eran tantas las informaciones que daba el mando que no tenía ninguna duda".
  • ¿Pero si no le mostraron ninguna evidencia concreta, por qué creyó?
  • Herrera: "Es un asunto netamente militar. Los militares creemos firmemente en las palabras de nuestros generales. Ese es el ABC de la vida militar. Lo que dice un general, guste o no, se asemeja mucho a la palabra de Dios"."

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Lentamente.

Masticando hoja a hoja, sigo con el mismo libro. Aquí dejo un artículo sobre él, destaco lo siguiente:

“Lacan entendió que la psicosis no representa un mero desapego de lo real, una evasión o una fuga sin sentido, como aseguraban sus maestros, sino que los delirios constituían una manera de interpretar el mundo tan creativa y lógica como el arte”

"De esta manera, la novela mostrara que el ser social no puede determinar su actuación en la realidad, sin perjudicar las individualidades: no puede pensar en una transformación del mundo si con ello construye una locura que acabe con los individuos."


"Esto se hace patente en la novela cuando Aníbal Quevedo y con él un grupo de intelectuales deciden aclarar la muerte/asesinato de Tomás Lorenzo en Chiapas. En esta búsqueda se encuentran con el hermano, quien los increpa del siguiente modo: “ustedes son los peores: viene unos días, se pasean entre nosotros presumiendo su bondad, creen que lo entienden todo y se largan muy satisfechos” (367). El tema de la locura se presenta como el problema de la representación política, ya que los revolucionarios, los intelectuales, la izquierda pensaron y creyeron que podían hablar por otros, solucionar los problemas, pero en definitiva se encontraron que no sabían nada, que sus conocimientos no servían para modificar la realidad. Esta política de la representación esta patente en Aníbal cuando se encuentra con el universitario que decide convertirse en campesino: “ellos no saben el poder que tiene su lengua. Tú puedes ayudarlos a transmitirlo, tú puede hablar por ellos” (385) le sugiere Aníbal a este universitario. Así, el hablar por otros se transfigura en una locura, porque ellos tienen voz, saben sus problemas y cómo solucionarlos, por ello, la representación se convierte en una esquizofrenia por ser otros, hablar como otros: esto lleva a una perdida de identidad."

No tiene desperdicio, haz clic.

Un libro necesario. El fin de la locura del mexicano Jorge Volpi.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Las canciones del asilo V.



Después de una noche de estudios, cuando había que intentar dormir por las tardes, qué placer más grande, reproducir una canción como esta para dormir, ¿se pueden tener pesadillas con esta canción? Imposible. Esta canción es pensar en una cama, es estar tumbado, con la almohada sobre la cabeza, tapado, que tu mente se ponga en blanco y dejarte llevar por lo que pueda pasar, quizás se te venga encima un piano que va a aplastarte, o se hará un agujero en el suelo y caerás con tu cama. O se pondrá a temblar y lo vas a disfrutar totalmente tapado, acurrucándote.

Las canciones del asilo IV



Invierno de dos mil cuatro, esta es una de esas canciones que te deja en silencio con un nudo en la garganta. Una época sin ambiciones y en la pasividad, así y todo, esta canción me hacía sentir como si cada segundo valiera la pena. Tenía esta ventana a la que nunca podía acceder, mi habitación de techo alto con esta única ventana por donde entraba la luz natural, a veces se posaba una paloma, siempre estaba sucia, como esas ventanas de las cárceles de las películas, así que la luz era como amarillenta. Solía quedarme mirando esa ventana inaccesible, sólo se veía el cielo, ¿qué vista daría estando en ángulo recto?, el misterio la hacía atractiva. Siempre me ha gustado el misterio, las cosas que no son lo que aparentan, la idea de que hay algo detrás, algo más, ¿hay algo más?

domingo, 16 de septiembre de 2012

Las canciones del asilo III


Qué guapa se veía Cat Power cuando la pillé en el cable en el programa de Jools Holland hace unos 6 años, cuando descansaba de estudiar tapadita en la cama, ¿sería agosto?, porque hacía bastante frío esa tarde.
Caí hipnotizada por sus movimientos, con ese flequillo y el pelo tapándole un poco la cara, con esa actitud medio borracha y esa camisa verde, del color de la esperanza.
¿Qué mierda tiene esta canción que te salen las lágrimas antes de que puedes decirte, ¡aguántate un poco!?

Las personas que no encontraron las respuestas emocionales para poder vivir consigo mismas con un poco de dignidad, en una afán de superación y de dejar de dar pena o quizás nunca darla, se ponen un escudo, un escudo más grande que una catedral. Sí, se vuelven narcisistas, detrás de un narcisista siempre hay una persona que de sensible terminó muy dolida, pero no te lo reconocerá jamás. ¿Cómo sé yo todo esto? Porque en mi búsqueda también caí en esta respuesta, que es un error, es un error, cuánta inmadurez, madre mía. Y si no te encuentras en el camino buenas personas que te den un poco de cariño y aceptación y que sepan desnudarte, puedes quedarte atrapado en el narcisismo, y es muy triste, no aceptas ningún error, el narcisista es muy rígido realmente, hay algo de sin corazón, pero es porque precisamente en algún momento lo tuvo muy grande. Y claro, te sientes falsamente poderoso, superior a alguien, crees que tienes el control de lo que pasa porque lo ves con frialdad, pero siempre algo sucede que te desequilibra esa postura, y entonces tienes dos opciones:  llenarte de orgullo y resentimiento o simplemente empezar a aceptar que no eres nada de eso y que ser así sólo te está alejando de muy buenas y necesarias experiencias. The Greatest habla del surgimiento y la caída. Hay una ignorancia tan grande en querer creer en eso de que si quiero puedo, no es así la vida, puedes querer e intentar y fallar igual a todo, y darlo todo y no conseguir los resultados que querías y peor aún salir bien trasquilado de una situación, pero insisto, hay que intentarlo, siempre.
Hace poco me ví una película chilena llamada Bonsai, y ahí decían algo muy cierto: el fracaso está subestimado.
Es mejor vivir el fracaso que no haber puesto todo de tí para que fuese un éxito. Pero como vivimos en sociedades donde está muy arraigado "el sueño americano", algo siempre debió hacer que fracasases, porque el sueño americano te dice que siempre que seas perseverante tendrás éxito. Pero esta canción habla de eso, el sueño americano, ser el más grande, alguna vez quise ser el más grande y mira dónde estoy ahora y mira cómo estoy ahora.
En cada fracaso hay un crecimiento, uno ya no es el mismo nunca más, y si no vives el fracaso, no estás viviendo realmente. Saldrán las cosas bien, saldrán las cosas mal, hay que darlo todo siempre, y esperar que pueda salir bien o que pueda salir mal.

Uno puede ser cínico -la soledad más grande de todas- y fingir que es narcisista, y andar por ahí riéndose solo, pero si realmente te crees el narcisismo, la vida, sí sí, la vida SE VA REÍR de tí al final.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Las canciones del asilo II



El tango: el lloriqueo más encantador que se pueda oír, si todos nos quejásemos con tanta gracia, ay. Esta canción cuenta la historia de un hombre que alguna vez estuvo en la cima y decidió partir a otras tierras, sin mucha suerte. Cómo no apreciar profundamente cuando dice "con sus derrotas mordiéndole el alma", es imposible no asociarla a mí, pero vamos, que aún tengo tiempo todavía para que las cosas cambien, pero son historias que suceden todo el tiempo. Ahí tengo a mi abuelo el alcohólico que recién a los 70 años empezó a reconocer que la estuvo cagando toda la vida, entre cobardías y necesidades de afecto que intentaba conquistar con lo que tenía en los bolsillo, con un desentendimiento de su rol como padre y marido, creyendo que todo se trataba de proveer financieramente a la familia; así termino viejo, cansado y solo, porque no entendió a tiempo que queriendo comprar el afecto de los parientes, los amigos, los compañeros de trabajo o de juerga con ayudas económicas, regalos y compromisos materiales nadie lo iba a querer nunca, sólo lo iban a usar. Mi abuelo materno, gran corazón y brutalidad, un hombre infiel, picaflor, cobarde y cariñoso, y ahora viejito lamentándose, me da muchísima pena, como me la da la canción, no estaban preparados para esa posibilidad, y la posibilidad está siempre, es parte de la incertidumbre de la vida, pero al menos canciones como esta me hacen pensar que hay que ser muy consciente de que cómo una está viviendo, la consecuencia de los actos y de todo lo que no hacemos, no vaya a ser que después nos vayamos a arrepentir de haber hecho esto o no habernos atrevido a hacer lo otro, que nos vamos poniendo viejos, porque como dice la canción "ya, no sos el mismo, Ventarrón, de aquellos tiempos"....

Las canciones del asilo

De a poco estoy haciendo mi compilado de canciones para cuando me vaya al asilo. Aún hay bastante tiempo para seguir eligiendo las canciones más bonitas, aunque cuenten cosas tristes.




Lucha de Gigantes, me lleva acompañando ya unos 12 años, en ese tiempo creía que la entendía, pero no era así, sólo la intuía ¿Quizás es esto hacerse mayor? De pronto todas las canciones del mundo tienen sentido. Esta canción habla sobre la debilidad del hombre frente a las adicciones, que por cierto, hay de muchos tipos. No somos libres, nada libres, y llega un momento en que nos empezamos a hacer conscientes de nuestros demonios y ya no hay vuelta atrás: es como si no fuese por una cosa será por otra, y siempre creyéndonos que el otro pasa sin tropezar, hay en esto una arrogancia y una terquedad de querer ser el más débil, por cojones, supongo. Y por otro lado la humildad de reconocer: "deja que pasemos sin miedo", que es donde está la esencia de la adicción: en el trauma, que nos hace estar muertos de miedo. En entender que el otro también tiene miedo, que todos tenemos miedo.

Para qué hablar de la soledad y los fantasmas, esos fantasmas que son recuerdos que nos persiguen, ¿cómo no creer en ellos? Suele ser lo más poderoso que tenemos, pero es maravilloso que los llame fantasmas, porque hay algo de irrealidad en recordar: las cosas -muy seguramente- no fueron como creemos recordar que fueron.

Por último, intentar asimilar que nuestra fragilidad es la que nos acerca al otro, es el dolor el que nos hace comprender a los demás o al menos intentarlo. Y también es lo que nos hace avanzar, porque -a pesar de todo- la canción nos habla de luchar, aunque no tengamos posibilidad alguna de ganar.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Izquierda.

La izquierda ha muerto, la izquierda era como un dios, ahora lo más parecido que tenemos a eso es la ciencia. La ciencia que está viciada, la ciencia que va a tientas y a ciegas superándose a sí misma, imparable, pero muchas veces sesgada por los intereses económicos que hay detrás.

Hace poco ví el documental de Allende que dirigió Patricio Guzmán, después de todo lo que he visto y experimentado como inmigrante en un país donde la izquierda está mucho más arraigada en el ciudadano de pie, pero que ha perdido mucho terreno gracias a la crisis. He decidido darle una oportunidad a Allende, nunca antes se la dí, hastiada del tema, hastiada muy hastiada de escuchar clichés sobre Allende y Pinochet. Por las cosas que me contaron. Ahora lo veo todo muy diferente.
En la biblioteca buscando qué leer me encontré con un título atractivo: "El fin de la locura" de Jorge Volpi, voy por la mitad, tiene unas 500 páginas aproximadamente. Un libro que habla de psicoanálisis y marxismo, que comienza en Francia en el contexto de las revueltas de mayo del 68, para continuar visitando Cuba y después Chile, el protagonista: un psiconanalista mexicano que hace la siguiente reflexión:

"El régimen cubano tiene éxito porque ha dejado de ser socialista -me lamenté-, mientras que el chileno está a punto de sucumbir porque se mantiene fiel a los ideales del socialismo. Ambas experiencias resultan igualmente frustrantes: es como si no hubiese un término medio entre la tiranía y el caos"

La izquierda ha muerto hace rato. ¿Encontraremos la pureza en el eclecticismo de todas las ideologías, encontraremos el equilibrio en todo este caos?

Pensar en el caos como lo único posible, lo demás son tonterías.

El festin de los dioses - Bernard Ryckere.