domingo, 6 de mayo de 2012

Consciencia profunda

Lo que sucede con la televisión es que tiene demasiadas perlas, pero al igual que los hombres que se van a la playa con un detector de metales, hay que pasar demasiadas horas para encontrarlas; la televisión es como un contenedor de basura de tapa gris donde hay mucho para reciclar, pero el personal suele perderse, algo bastante comprensible ya que por naturaleza somos animales de costumbres y adicciones, así es como muchos aconsejen, con mucha vehemencia, que es mejor apagarla o tirarla por la ventana: porque no se fían, con cierta razón, de la capacidad crítica del otro, ni de la de no volverse un adicto, lo paradójico de este postulado es que para ver algunos programas se necesita un esfuerzo de concentración elevadísimo, todo un ejercicio de desarrollo mental. La idea de que hay que evitar contaminarse con la televisión me recuerda mucho a las iglesias, sean protestantes o católicas, que prohíben a la gente leer literatura que hable sobre ateísmo. Es que en esta vida hay que ser militantes de algo, ser de una sola faceta, jamás dudar en lo que creemos y menos decir algo ambiguo a nadie: como un defecto de algo que te haya gustado porque entonces es un lío y en fin.
El otro día viendo el programa APM -donde el reciclaje se monta mirando por encima del hombre (a veces fallidamente)- Risto Mejido en "Tú si que vales" le dice a José Corbacho (a raíz de un participante que este último alabo): "¿sabes cuál es la diferencia entre un payaso y un friki?, que el friki no sabe que se están riendo de él".
Y pensando en la autoconsciencia de quiénes somos para los demás, dejo la siguiente pregunta en el aire, ¿cuál es la diferencia entre un fetichista y un snob?
Literalmente en el aire, que esto sólo lo leo yo.